El encuentro con Tirsa (ya hace
unos años) con su iluminación sobre los Salmos de Subida me abrió algunos
horizontes de lectura. Sobre todo quedé impactado –aún sin haber abordado
directamente el asunto, sino apenas con las sugerencias y claves de lectura aportadas-
con la relación que puede establecerse entre este conjunto de Salmos y el libro
de Cantar de los Cantares.
A más abundar, algunos criterios
de lectura fueron reafirmados con insistencia. Nuestras lecturas
latinoamericanas se juegan entre el texto y la vida, entre el discurso y la
calle, entre Pueblo y Biblia. Sin este jugueteo de fe, sin esta danza, no es
posible entender gran parte de la producción de los biblistas latinoamericanos.
Juego también yo, danzo, desde
este barrio popular de El Cristo, en el que vivo desde hace 10 años.
Cantar es amor de pueblo. Es
lucha por la vida y por la paz, en medio de otros proyectos que la comen, que
la quitan. Cantar es sueño de humanidad, de mujeres y hombres amándose en
reciprocidad, de búsquedas y anhelos, de encuentros plenos y de nuevas
búsquedas. De huidas y resistencias frente a poderosos, frente a las
estrategias de explotación de los pobres.
Los Salmos de Subida no refieren algo
distinto. Las mismas experiencias de pueblo parecen estar a la base, los mismos
personajes, la misma fe, los mismos sueños.
La situación que se vive en Cantar y en los Salmos
La situación de la amada en Cantar
es de explotación. Esta quemada por el
sol a causa del trabajo en las viñas (1,6). Viñas que se ha apropiado
Salomón (8,11-12), símbolo aquí de terratenientes y poderosos.
Este sol que quema a la amada es
el mismo del que Dios protege para que no haga daño (Sal 121,6). Quienes
proclaman el Sal 121 viven una similar experiencia de explotación bajo el sol.
Son campesinos, hombres y mujeres, trabajando en condiciones abrasadoras, sin una
mínima satisfacción para sí y su comunidad.
La imagen de ríos, aguas y olas
que anegan es común a ambos escritos
(Ct 8,7 y Sal 124,4). Pocas veces más se encuentra en el Primer Testamento esta
expresión (sólo en Is 8; 43,2; Sb 5,22; Sal 69,3). En Ct y Sal son los ríos los
que amenazan con llevarse a la persona. La situación es desesperada. Detrás de
esta imagen se encuentra la experiencia popular de quienes viven en frágiles
construcciones, cercanos a quebradas o ríos. Experiencia común en nuestros días
a tantos pobladores de nuestros barrios populares y aldeas, en la época de
lluvias.
Y no se trata de una situación
puntual, coyuntural. Es más estructural. Abarca la vida toda. Desde la juventud se ha experimentado el
asedio (Sal 129,1-2). Desde la niñez
han pretendido los “hermanos” apropiarse el cuerpo de la amada, asediándolo (Ct 8, 8-10). Experiencia
común a otros textos (Lm 3,27; Eclo 51,7.15) y a otras vidas. Recuerdo dos
jóvenes vecinas, que alguna vez pasaron por la casa a consultar sus tareas
escolares, y que casi niñas abandonaron su hogar conflictivo para entregarse a
experiencias de prostitución, parejas
ocasionales y trabajos sin cuento.
Muchos de los nacidos en nuestro
barrio, los mayores ya hará cuarenta años, han experimentado la situación
prolongada de injusticia. Han sufrido por vivienda, por trabajo, por estudios,
por dignidad… Y no ha sido algo ocasional, sino ligado íntimamente a los
modelos económicos, políticos y culturales globales predominantes en estas
décadas pasadas, tanto a nivel nacional como internacional.
La mención de las tiendas de Quedar no es casual en
ambos escritos (Ct 1,5 y Sal 120,5). Quedar se menciona en otros textos del
Primer Testamento (Ez 37, Gn 25, 13 // 1Cr 1,29; Is 21; 42; 60; Jr 2; 49). Se
refiere en su origen a los hijos de Ismael, que son considerados habitantes de
la estepa, bravos hijos, pero extranjeros. Se aborda entonces una cuestión
étnica. Se remite al relato de expulsión de Agar e Ismael, a la exclusión de
estos grupos.
En Ct 1,5 se hace referencia a la
negritud de las tiendas, una forma sutil de evocar la negritud de estos pueblos
del desierto –ismaelitas- emparentados con los egipcios y etíopes, y con
quienes se vincula la amada (“negra soy”). Negritud que se relaciona con la
situación de exclusión y explotación.
El Sal 120,5 define la vida en
las tiendas de Quedar como desgraciada. Es la vida vivida por los actores en el
Salmo: vida de desgracia y de exclusión a causa de su extranjería (v. 5a).
Los proyectos propuestos
En medio de estas situaciones se
presentas varias propuestas o proyectos. Algunos biblistas latinoamericanos
(Andiñach, Schwantes, Mizzoti…) han estudiado los proyectos contrapuestos
presentes en el Cantar. Frente al proyecto hegemónico salomónico, de
explotación económica y dominación militarista (3,6-8), se sitúa el proyecto de
la sulamita, proyecto de paz-shalom.
En los Salmos de Subida se
muestran también proyectos contrapuestos. El proyecto de guerra se revela explícito en Sal 120,7, frente al proyecto de paz. Vuelve a repetirse este deseo de
paz, como un estribillo conclusivo en Sal 125 y 128: “Paz a Israel”. Y se pide
la paz para Jerusalén en Sal 122, 6-8.
Pero esta paz que se preconiza no
es una paz ingenua. La mención de la flechas
(Sal 120 y 127), siempre en manos de los aliados de Dios, hace pensar en una
paz que los hijos defenderán, que no se dejarán arrebatar. Una paz grabada con
fuego: el fuego de las brasas de retama con que se afilarán las flechas (Sal
120,4) o el fuego de las saetas del amor divino (Ct 8,6).
Hermanos y amigos en el Sal 122,8 dan consistencia al proyecto de
amor y paz, mientras que la amada del Cantar nunca llamará hermanos a quienes
sí la llaman hermana pero desean abusar de ella (8,8-19). A quienes la explotan
en el trabajo de la viña, prefiere llamarlos “hijos de mi madre” (1,6). Son dos
modos diferentes del ser hermanos. Pero también en Cantar se abre una nueva
fraternidad: la fundada en el amor de los amados (8,1-2).
La diadema es el símbolo del poder real en Sal 132, 18 y Ct 3,11.
Pero, mientras que en Ct la mención de la diadema se realiza en un contexto de
crítica a Salomón por su modo de ascenso al trono (eliminando a los otros
pretendientes con el favor de su madre), en el Sal 132 se evoca como símbolo
utópico de otro modo de gobernar: la mención del ungido descendiente de David (v.
17) cataliza las esperanzas del pueblo. La diadema que brilla es símbolo de la
justicia, de un poder distinto que harta de pan a los pobres (v. 15).
El uso de la palabra entra en el
juego de los proyectos. Puede tratarse de la lengua mentirosa, engañosa,
tramposa (Sal 120, 2-3), o más bien de un “hablar encantador”, como el del
amado (Ct 4,3). Si bien la palabra encantar
puede ser entendida en varias acepciones, una de ellas por cierto vinculada al
engaño (los encantadores son figuradamente embaucadores). El contexto de Ct
permite interpretar de un modo más positivo el hablar encantador, en el sentido
de agradable, pero a la vez permite
acercar el texto a otros textos en los que se trata de la palabra que engaña.
En definitiva, tanto en Cantar
como en los Salmos de Subida, se apuesta por el proyecto de Dios para su
pueblo, para su amado. En el Sal 127,2
Dios se presenta colmando a su amado de
bienes. Y es en Ct 8,5 donde aparece la sulamita apoyada en su amado. Si la
expresión “su amado” en Ct es referida a la relación amorosa de una pareja, no
habría por qué descartar esta lectura para el Sal 120. Dios es la imagen
femenina, de mujer, de amada, que colma de bienes a su amado mientras duerme. De
modo similar aparece la imagen en Ct 8,4 y paralelos: “Hijas de Jerusalén, no
despierten, no desvelen al amor hasta que le plazca”. Sólo que aquí es el amado
quien vela el sueño de su amada y desea su placer. Así vigila, como centinela
–ahora con imagen guerrera y de varón- que no duerme ni dormita (Sal 121,4).
Las resonancias lingüísticas, con ese juego de paralelismos y contrastes,
resultan evidentes.
Este proyecto de Dios es
agradable, placentero, como ungüento
que baja por la barba (Sal 133, 2), como ungüento derramado (Ct 1,13). O como
rocío del Hermón (Sal 133,3) o novia
que viene de su cumbre (Ct 4,6). Como corrientes
que fluyen del Líbano (Ct 4,15) o torrentes del Négueb (Sal 126,4) que
fertilizan. Cuerpos ungidos: labios, manos y dedos que destilan (4,11; 5,13; 5,4).
Así es la bendición de Dios sobre su pueblo (Sal 133,3).
Y aunque el nombre de Dios en
Cantar apenas se insinúa (una sola vez adjetivando la llama de amor), es
suficiente para reconocer en el proyecto de amor y paz de la pareja del Cantar
el proyecto del mismo Dios, claramente explicitado como “de Dios” en los Salmos
de Subida.
Más allá de este reconocimiento,
lo que se quiso poner de relieve en este breve ensayo, es la casi asombrosa
relación entre estos escritos del Primer Testamento, que hacen pensar en las
mismas experiencias vitales y hasta tal vez los mismos grupos humanos, hombres
y mujeres, al fondo de estos escritos.
El proyecto de vida propuesto, a
partir de la realidad de los pobres, proyecto de amor humanizador, en
relaciones recíprocas, proyecto de paz y resistencia frente a la explotación,
proyecto de gozo liberador… seguramente aportará pistas y criterios a nuestras
comunidades para valorar los proyectos socio-políticos actualmente en debate tanto
en Venezuela como en Latinoamérica y el mundo, y juzgarlos de acuerdo a su carga liberadora y de vida para nuestros pueblos.
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