sábado, 22 de agosto de 2015

Los discipulos llamados por Jesús, en Marcos 3, 13-19



13 Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.
14 Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,
15 y que tuviesen autoridad para echar fuera demonios:
16 a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
17 a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes llamó Boanerges, esto es, Hijos del trueno;
18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananeo,
19 y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.

Es un texto breve donde se presenta la elección de doce discípulos por parte de Jesús. En nuestra reflexión de la comunitaria resaltamos algunos algunos elementos:

Para que estuvieran con él
La llamada que Jesús les hace es para estar con él. Recuerdo unas reflexiones de Federico Carrasquilla, ya hace unos años, en este sentido. El proyecto de Jesús incluye la dimensión de comunidad con él. Marcos hace explícito ese espacio de convivencia, de compartir de vida, de cercanía, de aprendizajes mutuos. Espacio de intimidad necesario para el crecimiento humano y la amistad. Espacio con Jesús para el crecimiento en la fe.

Para el anuncio y la lucha contra el mal
El carácter de la misión que Jesús confía a sus seguidores incluye estas dos dimensiones. Anuncio: palabra pronunciada desde la esperanza, buena noticia ofrecida a los pobres, señalamiento de la presencia de Dios que irrumpe en la historia.
Acción contra el mal: acción educativa, en nuestra opción de vida, liberadora de las conciencias oprimidas, liberadora en colectivo; expulsión de los nuevos demonios que habitan en el mundo y nos habitan, expulsión de lo que no es de Dios: la sed de codicia y consumismo que exacerba el capitalismo, el individualimo neoliberal, las violencias de todo signo, los sometimientos y controles para privar de la creatidad, la libertad y la vida.

Les dio autoridad
Autoridad, poder. Algún autor traduce a nuestro tiempo este término por libertad. Los discípulos se vieron con una fuerza vital, con una energía nacida de la fe, que los lanzó por caminos y pueblos venciendo el temor. Perdieron el miedo a la religión establecida, a los poderes políticos del tiempo, a los poderes económicos…  desde otra realidad interior más poderosa: su libertad de espíritu, su pasión inquebrantable de Reino. Esa fue su autoridad, la que Jesús les dio. Así compartieron el poder de Jesús. Así intentaron ser como él. Ser otros Cristos.

Sentido comunitario de la misión
El seguimiento de Jesús nos previene de los sectarismos, de los personalismos. Su encomienda es misión de grupo, de comunidad de vida que comparte su fe y lucha por lo que cree, con Jesús.
Esta clave desborda la visión autosuficiente de un dios superpoderoso. Si Jesús fuera expresión, reflejo de ese dios, no hubiera procedido convocando una comunidad. El Dios de Jesús es Dios comunitario, Trinidad –dicho más técnicamente en la tradición cristiana.

Instituyó a Doce
La palabra instituir es fuerte. Tiene carácter fundante. Marcos no resalta el fundamento de Pedro-roca como hará Mateo, sino la raíz originaria más comunitaria e inclusiva. Los doce hace referencia a las doce tribus de Israel. Jesús funda el pueblo renovado.
Soy de los que piensan que esta institución de los doce, la narrada por Marcos, no es estrictamente histórica, sino creación de la comunidad posterior, que quiso fundamentar su modo de organización desde algunos datos de la vida de Jesús, y los recreó dándole valor sistémico a lo que inicialmente fue mucho más carismático (para usar términos sociológicos).
Esto no quita fuerza a lo dicho anteriormente sobre el sentido comunitario que el texto de Marcos coloca en la raíz de la comunidad de seguidores.
Los doce nombrados, a juzgar por lo narrado anteriormente en Marcos, son unos desconocidos, a excepción de unos pocos pescadores. El detalles de sus nombres y sobrenombres poco añade. A dos de ellos Jesús les puso un apodo, tal como se hace en muchos contextos mediterráneos y latinoamericanos. Los llamo hijos del trueno, tal vez por su carácter rebelde frente al acoso imperial y herodiano en que se vivía en la Galilea de los años 30. No parece que este apodo tenga carácter institucional, sino que habla de los modos culturales de reconocerse en ciertos grupos. Modos galileos de los que Jesús participa. Otro seguidor traía su propio apodo como extranjero: era cananeo. De Judas, sólo se dice que lo entregó.
Después, la tradición trató de perfilar el rostro de estos doce, les asignó características personales y ámbitos geográficos para su accionar misionero, que no dejan de ser problemáticos desde el punto de vista histórico.

Judas, el que lo entregó
A Judas le hicieron una mala pasada, que se ve reflejada en algunas traduciones erróneas del texto,  cambiando la palabra entrega por traición. En todo caso, esa fue la evolución con respecto a lo escrito sobre Judas en otros textos: primero, Judas fue el que lo entregó, luego pasó a ser el que lo traicionó (todavía se califica el hecho, y no la persona), hasta que llegó a ser el traidor.
Así juzgamos y catalogamos aún hoy a las personas, en base a hechos puntuales. Marcos no lo hace, sólo describe la acción de entregar a Jesús. Nosotros no sólo juzgamos a Judas, sino en él a los que alguna vez actuaron en contra de nuestros modos de hacer y entender. Así actúan los poderes excluyendo a los disidentes, así actúan en las iglesias y los grupos religiosos para establecer su doctrinas y prácticas sobre los demás.
La lectura del recientemente descubierto Evangelio de Judas puede ser provechosos para la reflexión acerca de estos tópicos.

La necesidad social y los riesgos de instituir
En nuestras prácticas culturales en sociedad tendemos a organizar y sancionar positivamente lo que resulta satisfactorio, de modo que vamos instituyendo tradiciones grupales con las que nos sentimos bien o vemos provechosas o humanizadoras. Instituir prácticas se vuelve una necesidad organizativa de los grupos. El texto de Marcos nos remite a esta necesidad. Lo que sucedió después nos habla de los riesgos: inmovilismo, exclusión, mecanismos de control sobre los críticos, silenciamiento de la disidencia….
A lo largo de la historia del cristianismo, con frecuencia la institución de los doce perdió el carácter de totalidad popular abierta (desconocidos, rebeldes, extranjeros…. ) para transformarse en élite excluyente, en jerarquía preeminente y decidora de los destinos del resto.

¿Dónde están las mujeres en todo esto?
Ya no nos asombra, lo vemos como cosa sabida y natural, que en muchos textos religiosos del siglo I las mujeres ni aparezcan.
Hay otros textos de llamadas de Jesús a mujeres, y otros en las que se muestran como discípulas del maestro, pero no es el caso de este texto de Marcos. Entre los doce no aparecen las mujeres. Ni se mencionan entre los enviados a liberar del mal.
Son los límites de estos escritos que debemos saber resituar en nuestros contextos y sociedades, abriéndolos a nuevas perspectivas de inclusión, desde las mismas fuerzas provadoras de las palabras que remiten a la inclusión del pueblo todo, hombres y mujeres, género-diversos, minorías culturales y étnicas, invisibilizados por siglos…

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