Job, ¿quién eres?, ¿qué buscas?, ¿qué pretendes con tu escrito audaz?[1] Desde lejos, desde más allá de 2400 años,
gritas en el estercolero.
Te oigo en la impotencia de este barrio olvidado de Dios y los poderes.
Nos falta organización para tener voz. Nos faltan fuerzas para algo más que
sobrevivir. El poder eclesiástico nos convoca y luego nos olvida. El poder
económico prescinde de nosotros, sólo cuenta nuestros brazos reproductivos,
nuestro sexo reproductivo. Te oigo desde
estas iglesias nuestras en decadencia, desde esta Vida Religiosa doblegada, en
extinción.
Job, ¿eres uno de los nuestros? En tu discurso oscuro no te reconozco.
La universalidad proclamada de tu sufrimiento, ¿es tan sólo palabra de sabio,
palabra culta que está tan lejos? ¿Eres un rico propietario que pasa un mal
momento?, ¿eres un pobre que añora bienestar?
Gallazi reflexiona sobre la realidad contextual de Job:
Es
indiscutible que hay un contexto conflictual tras estas páginas. Pero, ¿qué
tipo de conflicto? Este conflicto nada tiene que ver con Jerusalén, ni con el
segundo templo sadocita…
Y,
posiblemente, poco o nada tiene que ver con Judá. Todos los personajes son
“extranjeros”: Job es de la tierra de Hus (1,1), Elifaz viene de Temán, Bildad
de Šuaj, Sofar de Naamat y Elihú viene de Buz… Lo que está en discusión es el
ser humano: hombres y mujeres frente a su realidad y frente a su historia,
personal y comunitaria. El hecho de que Job no tenga genealogía puede ser un
signo de este horizonte universal.
Es la
búsqueda por una respuesta universal para realidades concretas y universalmente
vividas. La relación y hasta la dependencia de la literatura sapiencial de
otros pueblos, sobretodo, árabes, egipcios y mesopotámicos, es, evidente y
reconocida por todos los exegetas.
En este
contexto, el libro de Job toma, indiscutiblemente, el lado de quien sufre, de
quien grita y clama por la justicia, al lado de los pobres y de las pobres y
rechaza explicaciones y teologías de quien procura silenciar el grito del
pobre, encubriéndolo en nombre de Dios y proclamando, como única solución, el
arrepentimiento y la resignación, en nombre del miedo que él inspira, por causa
de su inmensa e incuestionable justicia.
L. Vaage, por su parte, te asocia con los grupos sociales que se ven enfrentados a problemas socio-económicos crecientes y añoran el pasado. En todo caso, resalta tu humillación actual.
A mi modo
de ver, es importante no tomar a Job como un símbolo general del inocente que
sufre. Si lo tomamos así, no habrá manera de poder entender la respuesta de
Dios a Job como palabra liberadora. No vale la pena tratar de hacer de Job un
símbolo general del oprimido... El debate del libro presupone que Job era antes
muy distinto al pobre humilde que ha llegado a ser.
¿O es
quizá más importante el hecho de que cuando Job abre su boca por primera vez ya
es un pobre humilde, y todo lo que dice después en cuanto a su vida
anterior —una vida pintada de excelentísima— puede entenderse como el discurso
típico de mucha gente hoy, quienes, en medio de problemas socio-económicos cada
vez más graves, suelen recordar con añoranza un tiempo en el pasado cuando la
vida no era así? No importa lo que Job era. A la hora de su lamentación tan
profunda, él existe como cualquier otro humillado, y así puede y debe ser visto
como símbolo general de toda persona que ha tenido que sufrir muchísimo.
Seguimos preguntando: ¿Podemos reconocerte hermano en tus quejas?, ¿son
tuyos nuestros lamentos?
Tal vez sea necesario distinguir entre la imagen que de ti presenta el
relato en prosa, dueño de gran hacienda, propiedades y casa, con camellos,
bueyes, asnos y siervos (1,4); y, por otro lado, el Job del verso, beduino y
habitante de las tiendas, entre otros beduinos: tienda de Job (31,31; 5,24),
tienda del malvado (18,14-15), tienda que Dios rodea (29,4), cuerda de sus
tiendas (4,21) y casas de arcilla clavadas (¿será las tiendas cubiertas de
polvo?) (4,19). La contraposición entre
casa y tienda habrá que mirarla con atención[2]. Es
posible que te encontremos, Job, más cercano a nuestras realidades de pobres y
excluidos de América Latina.
¿Qué buscas con tu grito?
¿Que pretendes con tu verbo encendido? Dice Gallazi, refiriéndose a tu
obra: “Su
origen literario puede ser encontrado en el ambiente sapiencial o judiciario o
de lamentaciones”. El lamento, la
palabra sabia, la polémica, se suceden en tu verso.
Pero, más allá del género usado, ¿cuál es el objetivo final de tu
escrito? Proclamas tu dolor inocente buscando respuestas y sentido. Este ha
sido el trato de tu obra. Así lo recuerda Croatto –en la misma perspectiva de
G. Gutiérrez- y avisa de la simpleza de tal lectura.
Una
interpretación ya clásica centra la problemática del libro en la cuestión del
sufrimiento y su sentido. Esta línea se ha hecho tan tradicional como la de los
“consoladores” de Job: que su sufrimiento era consecuencia de su falta de
justicia ante Dios. Sin embargo, ¿será literariamente verdadero que el problema
del dolor es el tema principal del libro de Job?
Rechazas el discurso oficial sobre la retribución material-presente de
los buenos, y lo haces apelando a lo real. Y elaboras una teología nueva desde
el sufrimiento, irrumpes con un nuevo modo de hablar de Dios y su justicia.
Croatto lo argumenta
la obra
nos muestra por su estructura que el eje no es el tema del sufrimiento sino el
de la justicia, tanto del hombre como de Dios… Job no puede entender cómo puede
ser justo un Dios que se hace enemigo (13,24; 19,11), que manifiesta su fuerza
contra el débil, que no escucha el gemido del que clama a él (27,8s; 30,20
“grito hacia ti y tu no me respondes”). ¿En qué queda el maravilloso Dios de la
tradición sapiencial sustentada por los elocuentes consejeros de Job?
¿De qué
sirve hablar de Dios si nada cambia en el mundo? El que sufre y es oprimido,
antes que consuelo pide transformaciones; menos que menos, acusaciones. Job es
el teólogo que supo descubrir, en su propio acontecimiento, el rostro salvador
de Dios; la pastoral de sus amigos lo conducía a una sumisión sin sentido. La
rebeldía teológica de Job le permitió trasponer las barreras de la sabiduría
clásica, cósmica, y encontrar al Dios liberador de Israel….
El libro
de Job es, pues, una crítica a la doctrina tradicional de la retribución,
cultivada en los ambientes sapienciales de Israel. Pero más que eso, establece
una crítica muy profunda a toda teología y a toda pastoral del orden, de la
sumisión, de las ideologías de justicia.
El ser humano integrado en el cosmos
Ofreces una naturaleza en antigénesis, no para ser dominada sino en su
desbordante plenitud, totalidad, abismo y misterio, poderío, belleza y
majestad. Vaage y Tamez resaltan la integración de la vida humana en el
maravilloso cosmos, sin quitar la razón de parte de Dios al inocente Job.
La
respuesta de Dios convalida, por un lado, la inocencia de Job, no obstante a la
vez lo llama a integrarse de forma más profunda en la vida de toda la creación…
…el gemido
de la creación nos estaría llamando más allá del lamento y la disputa
teológica, por más necesarios que sean, para entrar de modo concreto en la
lucha diaria por la vida, al lado de “la leona y... sus cachorros, cuando están
agazapados en sus guaridas y se ponen el acecho en los matorrales” (38, 39-40),
junto con “el cuervo... cuando sus polluelos claman a Dios y vagan hambrientos”
(38, 41), admirando y defendiendo la libertad del asno salvaje y suelto (39, 5)
y el toro salvaje (39, 9), el coraje y la fuerza del caballo (39, 19) y su
falta de temor (39, 22), la fecundidad abierta de las cabras monteses y las
hembras del venado (39, 1), hasta los hábitos extraños y extremos del avestruz
(39, 13), el halcón y el águila (39, 26-27). (Vaage, “Tormenta”)
La
respuesta de Dios a Job insiste en que la vida, es decir, lo económico que
funciona no se entienda meramente como algo referido al ser humano, menos aun
cuando sea hombre-padre de familia rico y poderoso como fue el caso Job.
(Vaage, “Economía”, 44)
Dios habla
del cosmos, su creación, la creación de todos y todas, de sus ecosistemas.
Ubica la historia humana dentro de ese maravilloso cosmos. En cierto sentido le
da la razón a Job. No esquiva el desorden entre los humanos. Reconoce que hay
malvados poderosos y hay quienes sufren injustamente. Pero no simplifica
ninguna respuesta, ni le receta a Job lo que tiene que hacer. Lo introduce en
la complejidad de la existencia humana y cósmica para que Job encuentre todas
las alternativas posibles e insospechadas. (Tamez)
Sivatte, por su parte, resalta la gratuidad de Dios:
…la
creación no debe entrar en las categorías racionales y utilitaristas del ser
humano, ya que el motor de los planes de Dios es su amor libre y gratuito
(esto, en el mundo de la creación y en el de la historia, en lo que es y en lo
que pasa). Dios corrige de este modo a quienes quieren forzar a Dios, a quienes
no quieren abandonarse confiadamente a Él, a quienes no quieren aceptar lo
incomprensible de su libertad y de su gratuidad.
Ironía de Dios y llamado al orgullo (dignidad)
Pero sigue hablando Dios y desconcierta. Junto con la mención de la
naturaleza y los animales, se presenta como un Dios poderoso que te deja sin
palabras; te deja sin respuesta. Es un Dios que ata y desata, que domina y
controla. Sigue presentándose como el mismo Dios al que se refieren tus amigos.
Parece jugar a la ironía repitiendo el discurso de tus tres amigos y el
joven Elihú. Es el Dios de la tradición. Las nuevas generaciones no hacen sino
repetir el discurso, y el mismo Dios se alía con ellos. Dios controla todo y
rompe el orgullo de las olas del mar (38,11); ata y desata: estrellas, asnos y
bueyes (38,11; 39,5.10).
Son sorprendentes los paralelismos entre los argumentos de Yavé en
38,4-38 referidos a la naturaleza, y los mismos argumentos en boca de Bildad
(25,3-5 y 26,5-14), en boca de Elihú (37,2-18) y hasta en tu misma boca
(9,1-21), aunque tu los rebates en esa oportunidad (9,22ss).
Si bien es cierto que del 38,39-39,30 son escasos los paralelismos
anteriores, puede verse la referencia que Elihú hace a las fieras en 38,8. Así
como las menciones que Job hace de los animales en 10, 16 y 12,7-8.
En conclusión: Dios controla tu orgullo, atando y desatando al enemigo
Satanás, amarrando y liberando el dolor. ¿Será este el mensaje final de tu
libro? ¿Será Dios “un soberano despótico que sólo hace lo que le place” y
legitima el sistema?
Dios hace
lo que quiere, por el gusto de hacer lo que quiere, para mostrar que él está
encima de todo y de todos (ver 12,10.14.23).
…el
incomprensible poder de Dios sólo se manifiesta en el sufrimiento injustificado
de los pobres y de las pobres, que no encuentran salida para su situación de
humillación y de opresión (Gallazi, 40).
El Šadday
es un Dios a medida de la gente, es el Dios de la teología: sólo puede ser
pensado a partir de la experiencia humana. Él es, en cierta forma, un Dios a
nuestra imagen y semejanza, un Dios a nuestro servicio, que tiene los mismos
sentimientos que nosotros y que “funciona” según nuestros esquemas; nuestros o
de nuestra sociedad, de nuestro sistema. Šadday hace parte del sistema,
sustenta y legitima el sistema (Gallazi, 44).
Los capítulos 40-41 apuntan la novedad mayor en el discurso de Dios. El
breve diálogo de Dios contigo tiene un importante papel retórico. Elsa Tamez
asoma algunos elementos de esta novedad:
Dios se
manifiesta a su estilo, recoloca las preguntas y amplía las visiones. El no
acusa a Job, como Satán, los amigos y Elihú. La aparición del grito de Dios,
puede llevar a Job a levantarse del basurero, a afirmar su dignidad de humano y
reconocer su finitud.
El diálogo
entre Job y Dios es misteriosamente fructífero. Los silencios previos de Dios
frente al dolor del inocente hacen posible combatir, con la sabiduría de la
experiencia, aquella teología que culpabiliza a los inocentes.
También Gallazi distingue entre los dos discursos finales de Dios,
aportando distinciones:
En su
primer discurso (38 y 39), Yahweh se presentó como el todopoderoso, supremo,
creador.
En su
segundo discurso (40 y 41), Yahweh recuerda a Job la segunda característica de
su poder: ser el redentor y liberador de los oprimidos (Gallazi, 47).
Partiendo de esta distinción, planteo a continuación otra mirada
complementaria. Veamos en detalle: Dios te interpela (40,2). Parece el Dios que
todo lo domina y que habla en los capítulos 38-39. Pero no es el mismo, ya que
en este caso no impone silencio sino que busca tu palabra.
No te queda más recurso que callar ante él, pues se ha manifestado como
poderoso en el discurso anterior. No vas a contestar ya más a Šadday, ni acusar
a Eloah. Vas a callar frente a Yahweh (40,2-5). La impotencia se adueña de ti.
¿Qué se puede decir ante este Dios, que no hayas dicho a tus amigos? Dios no ha
hecho sino reproducir el discurso de ellos, y está ya cansado de replicarles
sin obtener el mínimo asomo de solidaridad.
Luces desconsolado, abatido, sólo. “Me taparé la boca con mi mano” -la
boca se te revela. Hay más que quisieras decir, pero es inútil. Ante ese Dios,
será mejor callar.
Resultas cercano, Job que callas. Cansados estamos de luchar, de gritar,
de acudir a instituciones. Las mismas palabras, las mismas respuestas, la misma
impotencia de Job. La confianza la palabra está ya quebrada. Es el momento del
hundimiento, del desespero, de la casi depresión.
Se roban los recursos para el barrio. Ya están ejecutados los proyectos
de vialidad varias veces y siguen presupuestándose y robándose. Al que acusa le
devuelven acusaciones. Algunos políticos siguen con sus prácticas corruptas
pero han aprendido a ocultarse tras las máscaras de la revolución. Así pasa en
Los Teques, ciudad donde vivo. ¿Qué más queda sino callar?
Cansados estamos como cristianos pobres de que los proyectos de iglesias
de base estén amenazados, sean arrinconados, olvidados como cosa del pasado
reciente latinoamericano; en todo caso, ya pasado.
Pero Dios sigue provocando la palabra liberadora. Tú me instruías, te
dice Dios (40,7; ver 38,3). Dios no quiere tu silencio, Job. Dios te concede la
razón pues has hablado con verdad (42,7-8). Dios te ha dicho: cíñete de
majestad y grandeza (40,10), ciñe tus lomos como un bravo (40,7; ver 38,3).
Gallazi ha visto esto con claridad:
La única
vez, en todos sus discursos, que Job usó el nombre de Yahweh fue para afirmar,
entre otras cosas, que él “desata el cinto de los fuertes” (12,21).
Ahora, por
el contrario, la primera cosa que Yahweh cobra de Job, es que él “se amarre el
cinto como un fuerte”, que él se prepare como un guerrero, listo para el
combate.
Yahweh
quiere ver a Job en toda su dignidad y fortaleza: geber “hombre fuerte”, sujeto
activo, héroe guerrero y no víctima derrotada. (Gallazzi, 45)
Yahweh oye
el grito, Yahweh desciende, toma partido, Yahweh envía, te transforma en
guerrero y guerrera, en héroe y heroína.
La
omnipotencia creadora de Yahweh no sirve para machacar y para humillar a la
criatura, antes bien, para garantizar a todos nosotros que quien está a nuestro
lado es quién todo puede, quién todo sabe, quién todo vence.
La muerte,
el mar, las tinieblas, el desierto, están bajo el control de Yahweh: tiene
puertas, límites, cercas. No nos van a meter más miedo, inclusive cuando nos
hacen gritar en el dolor y en el sufrimiento.
A través
de los ojos de Yahweh, Job es elevado a contemplar la rebeldía, la
indomabilidad, la insumisión, la independencia de la vida generada por la
fuerza de Yahweh.
No la
esclavitud, no la sumisión, no el miedo. La rebeldía indomable es la característica
del espíritu de Dios en sus criaturas.
Yahweh de
la tempestad, por lo demás, no se contenta con la actitud humilde de Job. Él
insiste de nuevo: “amarra tu cinto como uno fuerte” (40,7). (Gallazzi, 46)
Dios no quiere que canceles tu juicio (40,8), y te propone dos
referencias: Behemot y Leviatán.
Si anteriormente se resalta el control de Dios sobre naturaleza y
animales, ahora se muestra a Behemot y Leviatán, en contraste con los animales
anteriores, como bestias míticas, firmes e indomables, no amarrables (40,29),
no prendibles por ojos o nariz (40,24), ni anzuelos (40,25). Bestias con fuerza
(41,4), de un cuerpo con coraza (41,6), con dientes, músculos, huesos y corazón
duros (40,16; 41,6.16.18).
Behemot es presentado, a semejanza tuya, “criatura” de Dios (40,15). Y
se describe a continuación su firmeza e
indomeñabilidad. Leviatán arroja fuego y humo (41,11-13), y aparece como “rey
de todos los hijos del orgullo” (41,26).
Llaman la atención las notas la Biblia de Jerusalén (40,15.25) resaltando
el poder de Dios sobre estos monstruos. Incluso para Sivatte,
…ellos …son símbolos de las fuerzas del caos y
del desorden, que por creación están bajo el dominio de Dios, cuya decisión y
voluntad es que el ser humano tome como tarea el llegarlos a dominar. Es verdad
que en el mundo hay caos, hay desorden y hay mal; pero también es verdad que
Dios está llamando al mundo a que no sea caótico, desordenado o malo. Es el
hombre quien tiene que ir realizando esto.
Pero lo cierto es que en el texto se pone de relieve otra dimensión: su
orgullo e indominabilidad. Nada se dice del dominio de Dios sobre estos
animales. De lo que se trata es de su
firmeza e indomesticabilidad.
Dios te invita a mirar el panorama mítico, a dar otra lectura a la
realidad. Los mitos hablan más allá de lo conocido racionalmente por el
discurso de los teólogos y escribas. Los mitos hablan de un poder más allá del
mal, hablan de la firmeza y fortaleza ante los peligros.
Así Dios te invita a ser como esos animales míticos (“Mira a Behemot,
criatura mía, como tú”: 40,15). Dios te invita a mantener tu “orgullo”, a no
dejarte doblegar ni por el mismo Dios que se te instale en tu conciencia (el
Dios de los capítulos 38-39)[3].
No hay
ninguna duda que podemos leer las provocaciones de Yahweh como una ironía
sarcástica y humillante, que busca poner a Job en su debido lugar.
¡No
tendría sentido! Ahí, sí, Dios sería igualmente el déspota absolutista que
requiere de esclavos humillados y obedientes.
Prefiero
leer las provocaciones de Yahweh como un estímulo para que Job asuma un
protagonismo adulto y responsable, que no puede ser derrotado, ni por el dolor
ni por la muerte. (Gallazzi, 47)
El mito no es entonces pura fantasía, sino que cumple un importante
papel, al estilo de la apocalíptica posterior. Los capítulos 40-41 son
altamente des-ideologizadores. Desbaratan el discurso de la tradición (los tres
amigos), el discurso de la modernidad (el joven Eliu) y hasta el discurso
mimético del mismo Dios (¿post-modernidad?).
¡Qué buen Job para nuestras luchas! Para no desfallecer jamás, para no
doblegarnos ante ningún poder, ni aun ante los poderes religiosos.
¡Qué buen Job para hablar de un modo nuevo, para nuevos lenguajes de
resistencias y utopías!
¡Qué buen Job para soñar otros mundos y otras iglesias posibles!
El final de Job
El final es una excusa. La narración -el arco narrativo en que se sitúa
el poema- es un escondrijo tuyo, Job, para poder decir cuando dices.
Croatto ha puesto de relieve otros elementos del final que es importante
escucharlos:
Pero
¿puede tener algún interés determinar el orden de composición del libro de Job?
Diría que sí, por cuanto esa información puede destacar el código de lectura
que hay que aplicar al libro. Me explico: si el código sapiencial de 3-41 (que
conserva su propia autonomía, como veremos) ha sido subsumido en otro código,
el de un relato popular, buscaré en este último alguna clave que manifieste el
sentido de toda la obra. Lo que discurra en la sección poética será importante,
contendrá la definición de la problemática, pero el autor que transformó esta
disputa de sabios en un cuento popular, tuvo que haber atrasado hasta el
epílogo en prosa el desenlace de todo el problema.
A mi modo de ver, no es tan importante el orden de composición original
y la cronología de las fuentes previas utilizadas, sino la genialidad de unir
los dos relatos (sapiencial y de narrativa popular), con intención de
ocultamiento y resistencia ante la teología oficial del templo.
Sin embargo, razón tiene Croatto cuando afirma que alguna clave debe
haber en el relato en prosa para acceder al poema, pues fue intencional su
unificación. La clave está en 42, 7-8, donde pervive el discurso
anti-retribución y en el que se muestra el verdadero desenlace: “Job hará
oraciones por ustedes, y yo aceptaré su intercesión… pues no han hablado de mí
rectamente, como sí lo ha hecho mi siervo Job”. Lo que sigue (del 42,9 en
adelante) ya hace parte del relato popular previo –sigo creyendo que previo, a
pesar de Croatto; retributivo y que poco aporta a nuestra perspectiva-. Muchas
dudas quedan, no obstante, por resolver.
Sospecha de relectura sacerdotal
Así como queda la sospecha de relectura sacerdotal sobre 42,2-6. Tu
arrepentimiento no encaja con la razón que Dios te concede (42,7-8). Los vv.
7-8 se leen mejor después de 41,6 -inmediatamente después de que Yavé te
habla- y no tras tu “arrepentimiento”.
¿O habrá que pensar con Vaage que este arrepentimiento será “…precisamente por
haber escuchado en la respuesta de Dios un llamado a solidarizarse con la vida en
todas sus formas?”. No es del todo convincente. Parece más bien que se trate de
un texto de “control sacerdotal” en el que se exige a Job arrepentirse.
Por otro lado llama la atención la repetición del “tú me instruirás”
(42,4), pero ahora en boca de Dios, y no tuya (ver 40,7; 38,3). Es
contradictorio con cuanto venimos conversando. Mientras que Dios te concede
palabra y verdad, para estos versos finales ya aquí no tienes nada que decir,
sino que son los escribas los mediadores de la instrucción de Dios. Y los que
imponen su voz en el Consejo.
“Era yo el que empañaba el Consejo”[4]
supone un cambio de contexto, más de debate oficial entre escribas, y no desde
el “estercolero” en que te encuentras.
En fin, siguen las preguntas sobre esta obra tan plena de senti-
dos.
Sigue la vida convocando liberaciones.
Leviatán
rey de los hijos del orgullo
así mi corazón
tan duro como su coraza
así mi carne
como sus fauces
fuego y pasión indomable
Leviatanes
luchadores incansable
acosados pero no abatidos
atormentados pero no rendidos
Leviatán
hijo del pueblo
y también del sufrimiento
no pueden contigo
maquinadores de discursos
proveedores de bienes y servicios
organizadores del futuro
Leviatán
hijo de hombre
tan sólo
tan pueblo
tan suficiente
LECTURAS RECOMENDADAS
CROATTO J.
Severino. “El libro de Job como clave hermenéutica de la teología”, en REVISTA
BÍBLICA, Argentina, Año 43 – 1981 Págs. 33-45
DE SIVATTE
Rafael, “La sabiduría de Israel ¿conformismo o liberación?”
GALLAZZI
Sandro. “El grito de Job y de su mujer” en RIBLA, Quito, vol. 52, 2005
(Escritos)
GUTIÉRREZ, G. Hablar de Dios
desde el sufrimiento del inocente, Sígueme, Salamanca 1986
PIXLEY,
Jorge, “El libro de Job”, San José, SEBILA, 1982 (en Comentario Bíblico
Latinoamericano)
TAMEZ, Elsa,
“De silencios y gritos: Job y Qohélet en los noventa”, en Pasos, San
José, Departamento Ecuménico de Investigaciones/DEI, vol.82, 1999, p.1-6
VAAGE Leif
E. “Desde la tormenta: el gemido de la creación y la respuesta de Dios a
Job (Jb. 38, 1-42, 6)” en RIBLA, Quito,
vol. 21, 1995
VAAGE Leif
E. “Economía divina: tres modelos en el libro de Job” en RIBLA, Quito, vol. 51,
2005
[1] Obviamente, el recurso a Job para entablar
un diálogo con él es estrictamente literario. Nada sabemos, en detalle
personal, de un Job histórico, y menos aún de que ese tal fuera escritor.
[2] Será interesante constante la frecuente
referencia a las tiendas en Génesis, Salmos y Jeremías, entre otros. Ver
Gn 4,10; 9,21.27; 12,8; 13,3-18; 18,1-10; 24,67; 25,27; 26,17.25; 31,25-34;
33,19; 35,21; Sal 78, 28.51.55.60.67; 83,6; 91,10; 104,2; 106, 25; 120,5; Jr
4,20; 6,3; 10,20; 14,8; 30,18; 35,7.10; 37,10; 49,29. Por otro lado el término casa en Job
aparece 5 veces en el relato en prosa (1,4.13.18.19 y 42,11) y sólo 8 en el
resto del libro (con sentidos bien variados, por cierto: 7,10; 17,13; 19,15;
20, 28; 21,28; 27,18; 30,23; y 39,6).
[3] La dignidad, majestad o exaltación son
aplicadas a Job, Leviatán y Dios. El mismo término hebreo dignidad-orgullo se
refiere a Dios en 13,11 y a Leviatán en 41,26; el término exaltación-gloria se
refiere a Job en 40,10 y a Dios en 37,4.
[4] Consejo es un
órgano de consulta política. El mismo
término hebreo se repite en Job 12,13; 21,16; 22,18;
29,21; 38,2 y 42,3. Con frecuencia tiene un matiz negativo: son
los malos los que hacen tal Consejo (21,16; 22,18), contra Dios.
Es importante observar que el libro que sigue a Job es Salmos. Job
termina con el Consejo, y Salmos abre con el mismo término hebreo Consejo: se
trata también del Consejo de los impíos (Sal 1,1). Pronto se contrapone al
Consejo del pobre (Salmo 14,6), y en 31,11 se hace referencia al Consejo de
Yahvé, por oposición al Consejo de las naciones (31,11). Otras referencias en
Sal 73,24; 106,13 y 43; 107,11.
También en el profeta Jeremías, referencia obligada de Job en su
experiencia profética de sufrimiento y abandono, aparece el término Consejo
para referirse a los impíos que hacen planes contra Dios y su profeta (Jr
18,23; 19, 7; otro sentido en 29,47).
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